Thursday, March 5, 2015

Biodescodificación Genealógica yAntroposíntesis

El problema crucial de todo lo relacionado con el hombre –y en particular las disciplinas socio-antropológicas y la medicina- pasa por el eje central de la pregunta básica y fundacional: Qué es el Hombre? Más allá de las dificultades que se encuentren en la búsqueda de esta respuesta, mal puede dedicarse alguien a la Salud con idoneidad si jamás se ha formulado –seria y concienzudamente- esta pregunta esencial. Luego de cuarenta años de investigar este tema, llegué tempranamente al universal descubrimiento de la imposibilidad de definir las “esencias” por el método de afirmación directa, lo que nos conduce a la clásica negación filosófica magistralmente sintetizada en el “Neti-Neti” (literalmente: “Esto No-Esto no”) de la Vedanta, es decir, que a la Verdad se accede percibiendo lo que no es. Ya el genial creador de la Semántica General, Alfred Korzybski, en su refutación del aristotelismo clásico había planteado de manera tajante “Cualquier cosa que puedas decir acerca de algo: No lo Es!” Comenzaré pues, intentando desmitificar algunos conceptos profundamente arraigados en la mentalidad colectiva y en el razonamiento fragmentado –y por ende falaz-de no pocos investigadores, con respeto a lo que se considera del hombre. *Primer axioma a refutar: “Somos individuos”. Nada más natural que referirse a la gente en general y a cada persona en particular como “individuo”…Y nada más falaz. La misma etimología de la palabra nos conducirá –como casi siempre- a la dilucidación de esta cuestión. Individuo viene del latín “individuus”, literalmente “que no puede ser dividido”. Esta idea proviene de la clásica confusión entre lo absoluto y lo relativo, y procede, posiblemente, de la visión platónica y neo-platónica que ha plagado los últimos dos mil años del pensamiento humano. No son lo mismo “Ser” que “persona”, individuo idealmente se refiere al “Ser”, pero cuando hablamos de lo humano, hablamos de personas, del complejo somato-psíquico al que se asocio con humano. Y fíjense que me abstengo muy a propósito de no caer en la falacia elemental y universal de decir “ser humano”. Y para explicar esto debemos otra vez volver al inefable Conde Korsybski –ingeniero por profesión y filósofo por vocación- que nos previno severamente de cuidarnos del utilizar el verbo “ser” en nuestro lenguaje. El Ser no posee atributos definibles ni términos agregables. No existen, a pesar de lo que la gente insiste en ello, “seres malvados” o “seres buenos”, existen personas que aparecen como comportándose de manera malvada o haciéndolo de manera amable. Como certeramente explica Korzybski, no tenemos acceso al conocimiento directo de la verdad. El único acceso directo que tenemos es, mal que nos pese, a nuestras percepciones y creencias, ya que el conocimiento humano del mundo está limitado –y por tanto enmarcado- por nuestro sistema nervioso y la estructura de del lenguaje. La frase más popular de Korzybski es sin duda “el mapa no es el territorio” (muy citada, entre otros, por los creadores de la PNL, Bandler y Grinder). Los humanos tendemos a confundir nuestras representaciones de la Realidad con la Realidad misma. Por eso en Antroposíntesis, todas nuestras explicaciones se encuadran religiosamente dentro de lo que he acuñado como MCO, literalmente, Modelos Conceptuales Operativos. En Antroposíntesis nuestras definiciones no son más que instrumentos temporales y aleatorios, que sirven como meros parámetros orientativos para la acción, pero que de ninguna forma pretenden ser axiomas definitivos de nada y están sujetos a constante revisión de acuerdo a las modificaciones y ampliaciones de nuestra percepción. Y esta última frase nos lleva naturalmente a nuestra definición de “hombre”. En Antroposíntesis no consideramos al hombre ni como individuo, ni como individual, por tanto no le consideramos como unidad separada, ni como estructura terminada, para nosotros el hombre es PROCESO. Es Proceso Operativo dentro de un programa cósmico de dimensión inefable. Y lo que llamamos “humano” en el sentido de complejo psicosomático es una interfase de conexión con ese Programa Cósmico y Global, de manera semejante a una Terminal “boba”de ordenador conectada a una red global, a la que,en el caso al que nos estamos refiriendo, llamamos CONSCIENCIA. Lo que llamamos humano, por tanto, es Proceso de Consciencia, que aparece por las limitaciones del sistema nervioso y de la neuroprogramación genética como una persona con entidad propia y separada. En Antroposíntesis no consideramos que haya entidad propia y separada. No consideramos por lo tanto que haya nada semejante a nacimiento o muerte de lo que el Hombre es en tanto Realidad como Proceso de Consciencia. Lo que parece nacer y morir no es más que el complejo psicosomático, como la CPU de un viejo ordenador que es desechado por un modelo nuevo. El proceso informático no termina cuando usted cambia su viejo ordenador, sino que sigue allí, listo para que usted vuelva a conectarse una vez que haya adquirido su nueva interfase en la forma de un nuevo ordenador. Si prestamos adecuada atención a la etimología del lenguaje entendemos rápidamente-y lo podríamos entender desde bien antiguo ya que viene de los Greco-Latinos- que “persona” viene de “per-sonare” para resonar, para sonar mejor, refiriéndose a la máscara que utilizaban los actores de los anfiteatros al aire libre del drama y la comedia antiguos, que usaban estas máscaras para representar a sus diversos personajes y también para que su vez se escuchara mejor al aire libre actuando como caja de resonancia. El vocablo “persona” representaba la máscara utilizada por un personaje teatral. Los latinos tomaron la palabra del etrusco, “phersu”, y estos del griego “prospora”, literalmente máscara, que viene de “pros” que significa delante, y de “opos” que significara cara o rostro. Es decir, que la persona o personalidad es simplemente un instrumento para manifestar la expresión de lo que subyace usualmente oculto tras dicha máscara. La naturaleza operativa del hombre se encuentra esbozada en todas la tradiciones religiosas, de Oriente a Occidente. En India nos hablan de la “Trimurti” (Brama, Vishnu y Shiva) y en el Cristianismo, de la Sagrada Trinidad. Por supuesto que están expresando conceptos Universales y Macrocósmicos, pero por analogía también nos explican la estructura de lo humano. En la visión Huna (antigua tradición Hawaiana que se supone procede de Africa y es remanente de la cultura original que nutrió a los Egipcios) también se expresa esta trinidad, aunque ya de manera más directa refiriéndose especificamente al hombre, que es para ellos una entidad tripartita manifestándose como Una. Ellos hablan de “Unihipili”, “Uhane” y “Aumakua” traducidos o presentados de alguna manera por el re-descubridor de Huna en Occidente, Max Freedom Long, como “yo inferior”, “yo medio” y “Yo Superior”. Tuve la Gracia de poder introducir en Argentina la obra de Max Freedom Long en 1979, y el primer esbozo de la Antroposíntesis surge de este conocimiento. Muchos conocerán el Hoponopono, que es una técnica que procede directamente de la Tradición Huna. Para que el amable lector pueda interpretar el material que iremos publicando periódicamente, debo ya mencionar que en Antroposíntesis hemos rediseñado los vocablos de Huna de la siguiente manera: “Mamífero”, “Programador” y “Metaprogramador”. El mamífero representa la sede de lo que entendemos como puramente biológico (o “cuerpo”) el programador es lo que solemos ver como quien habla o escribe en este momento, relacionado con lo psicolingüistico )o “Alma”) y el Metaprogramador representa lo Cósmico, la “Consciencia en nosotros” (o “Espíritu”). Para ofrecer una analogía que pueda resultar más comprensible al lector, podemos hablar de Subconsciencia, Consciencia y Superconsciencia. Observen que no utilizo –y jamás me verán utilizar-el término “inconsciente”. Personalmente no considero que exista tal cosa, y esto distingue a la Antroposíntesis tanto de la Biodescodificación original de Christian Fleche, como de la Psicosomática Clínica y Humanista de Salomón Sellam (cuya obra y labor respeto y sigo con mucha atención) como de la compilación realizada por Enric Corbera. Debo incluso agregar que he utilizado “subconsciente” sólo para que el lector pueda asociar mejor los conceptos de acuerdo a lo que usualmente se maneja en psicología durante los últimos cien años. Pero tampoco suele ser el término que utilizo para ello. En Antroposíntesis no hablamos de “inconsciente” porque consideramos que TODO ES CONSCIENCIA. Dirá el lector “y para qué sirve, pues, este juego de palabras?” Y puedo responderle que lejos de resultar un juego se trata sin embargo de un tema muy serio, ya que la utilización del vocablo “inconsciente”- con lo que implica a partir de los escritos de Freud y todos los que lo han copiado posteriormente-pone al hombre en una situación de gran precariedad, ya que pareciera que somos marionetas inermes frente a fuerzas psíquicas y biológicas que nos resultan inaccesibles e imposibles de predecir, prevenir o gestionar. Y en Antroposíntesis no creemos nada de eso. Mi formación profesional en estos temas proviene de la neurobiología y de la medicina psicosomática original, que es predominante y esencialmente BIOLÓGICA. Para quienquiera que tenga esta formación, resulta evidente –y hasta trivial- que lo que se interpreta como “inconsciente”, es sencillamente lo que procede del Sistema Nervioso Autónomo, y de la compleja urdimbre que de él procede, con toda su gama de programaciones y reprogramaciones neuroquímicas, huellas o senderos mnémicos neuronales y memorias celulares preprogramadas, programadas y posprogramadas. Por lo tanto, en Antroposíntesis no hablamos de “inconsciente”, sino de AUTOMATICO. Lo automático, por propia definición, está condicionado para manifestarse mecánicamente sin solución de continuidad. Donde Enric Corbera dice “Nos enfermamos inconcientemente y nos curamos inconcientemente” yo digo “Nos enfermamos automáticamente y nos sanamos automáticamente UNA VEZ QUE REPROGRAMAMOS la información automática que nos ha llevado a lo que percibimos como disfuncionalidad de la enfermedad”. He escrito “lo que percibimos… como disfuncionalidad de la enfermedad”, para continuar con otro concepto que resulta fundamental para comprender las disciplinas de investigación y tratamientos que estamos desarrollando en estas páginas. A los 18 años -siendo estudiante de tercer año de la carrera de Psicología- y leyendo las teorías de Spencer –pensador a quien siempre he tenido en muy alta estima- inmediatamente me surgió un concepto que modeló todos mis estudios posteriores. Escribía Spencer, que “todo organismo, frente a una agresión o conflicto en su medio ambiente, tiene tres posibilidades: adaptarse, migrar o morir”. La frase que espontáneamente apareció en mi mente fue…”o enfermar”. Y no es que Spencer estuviese equivocado, sino que simplemente no incluyó de manera explícita a la enfermedad dentro de la primera posibilidad, es decir, que la enfermedad –y para quien estudia la resiliencia de lo biológico, cómo podría no ser así- no deja de ser una respuesta adaptativa del organismo, que a veces no puede o no sabe o no entiende cómo migrar o adaptarse favorablemente, pero que hará lo que pueda para cumplir con la primera Ley Biológica Universal –la supervivencia- y lo hará todo antes de morir, incluyendo, por supuesto, enfermarse. Porque la enfermedad, primariamente, opera como un mecanismo de alarma, que detiene la marcha del automatismo en que el organismo se encuentre, para obligarlo a hacer algo con respecto a aquello que lo perturba. Esto que parece tan simple, no lo resulta tanto en la existencia cotidiana, ya que la mayoría de los médicos actuales lo ignoran, y si aquellos supuestamente encargados de la “salud”, no lo saben, qué les espera a los legos que consultan, con toda su expectativa y su confianza, a los encargados de estudiar y ayudar a corregir las disfunciones del cuerpo? Para ejemplificar esto último traeré a colación una escena más que habitual en nuestra vida actual. Llega el paciente a la consulta del facultativo, con síntomas de pirosis (ardor) y malestares gástricos y digestivos, que no indican en este caso en particular una enfermedad severa, pero sí que muy perturbadora para el enfermo. En unos pocos minutos se irá el paciente a casa con una receta de píldoras (hoy en día de alguna droga “inhibidora de la bomba de protones”-omeperazol,lanzoprazol,etc.) y quizás (cómo no!) con un psicofármaco agregado ( seguramente alguna de las muy útiles benzodiazepinas, como el clonazepam, el alprazolam, etc.). Porque si bien nuestro hipotético médico del ejemplo no se ha ocupado de investigar el origen o causa de la afección gástrica de su paciente (dentro de lo que se supone que ha de saber, que es la patología clínica) se considera habilitado para suponer a grandes rasgos que hay un componente psicoemocional que ha de ser contemplado… “químicamente”. En una palabra, que no sólo no termina de ocuparse adecuadamente de su función de clínico, sino que además juega al psiquiatra. Porque el grado de confusión es más grande de lo que usualmente se entiende o se supone, y procede de la fragmentación cartesiana del conocimiento, que termina, por supuesto, fragmentando al objeto de investigación y tratamiento, que en este caso es el hombre. Y vamos boyando pendularmente desde el pansomatismo –que lo ve todo como meramente fìsico- al panpsiquismo, que lo entiende todo como psicológico o emocional. Y que esto continúe ocurriendo en pleno Siglo XXI, no es ni más ni menos que una tragedia, ya que se traduce en sufrimientos desatendidos, a los que se suma el efecto iatrogénico de medicamentos no siempre necesarios, en tremendos gastos económicos estatales y en un lamentable desperdicio de recursos y malgasto o pérdida de grandes potenciales humanos. El panorama se torna aún más triste para los que sabemos cuánto hace que ya estamos informados como para que esto no continúe ocurriendo. En 1949 -hace 65 años!- escribía nuestro Gran Maestro el Dr. Juan Rof Carballo acerca de “la dificultad de borrar ese hábito milenario de la mente del hombre occidental que opone ‘psique’ y ‘soma’ como dos entes heterogéneos y en misteriosa interacción”, añadiendo luego “…es extraordinariamente difícil que el médico de nuestros días renuncie, tan pronto oye hablar de patología psicosomática, a la idea de la ‘psicogenia’, cuando la finalidad primordial de la orientación psicosomática de la medicina consiste en la extirpación radical de la palabra ‘psicógeno’ de la literatura médica”. Esto escribía Rof Carballo en su monumental “Patología Psicosomática” de 1949! Los médicos que hoy desprecian la obra del autor de la “Nueva Medicina Alemana”, el Dr.Ryke Geerd Hamer, carecen de la formación intelectual, histórica, antropológica, integral e indispensable que les haría percibir con gran facilidad que los que Hamer plantea no es más que la continuación de un discurso investigativo que comenzó hace ya casi 2500 años con Hipócrates. Y cómo podría uno pretender que hayan estudiado al maestro indiscutible de la medicina psicosomática que fue el español Juan Rof Carballo –sí señor, un eminente médico español del Siglo XX, español, no estadounidense, ni inglés ni francés ni alemán, español y tan nuestro como poco estudiado!- si ni siquiera conocen el pensamiento de Hipócrates! Porque ya en Hipócrates el hombre era TOTALIDAD, y el Maestro Griego tenía muy en cuenta para tratar al paciente no sólo sus síntomas físicos sino también sus conductas, costumbres y hábitos personales. Sabemos –a partir de la natural ampliación de las leyes de Spencer como lo he planteado-que la enfermedad no busca la destrucción ni el deterioro del organismo-sino por el contrario, el retorno a la homeostasis que se ha perdido por la acción de uno o-generalmente-varios agentes de perturbación. El mamífero-sede de lo que suele llamarse “inconsciente”- es puramente biológico, y por lo tanto, reactivo, y por lo tanto AUTOMÁTICO. Los automatismos biológicos son indispensables para el sostenimiento de la vida. La acción conjunta del simpático y del parasimpático que constituyen la base del sistema nervioso autónomo, se encargan de mantener las funciones indispensables de la regulación de la respiración, la temperatura, el flujo sanguíneo, la presión arterial y todo lo demás. Imagínense ustedes si todas estas funciones dependieran de nuestra acción volitiva y consciente? Sería difícil sobrevivir, no digamos unos días, sino apenas unas horas bajo tales condiciones. El mamífero, careciendo de capacidad analítica, recibe y procesa toda la información de manera LITERAL. Los conflictos de patología o enfermedad se producen como resultado de la interrelación entre el mamífero y el programador –para expresarlo sintéticamente, “el aparato psicolingüístico”-. El programador a diferencia del mamífero, posee capacidad analítica, y por tanto discriminatoria, y procesa constantemente información que el mamífero recibe, por así decirlo, “sin filtro”, lo que resulta en datos insuficientes o erróneos, que van a ser siempre evaluados por el mamífero de una manera PURAMENTE BIOLÓGICA, ya que es la única área en la que opera el mamífero. Y es aquí donde los hallazgos y las investigaciones del Dr.Ryke Geerd Hamer adquieren una dimensión trascendental. Hamer descubre que la mayoría de las enfermedades son el resultado de programas de supervivencia ejecutados en el cerebro para satisfacer una necesidad biológica. Una de las falencias fundamentales en la formación de médicos y psicólogos es la insuficiente o incluso nula formación en ETOLOGÍA, el estudio de la conducta animal. Nuestras habilidades culturales y logros instrumentales nos llevan a olvidar nuestra condición animal y puramente biológica, de la que no podemos prescindir de ninguna manera y bajo cualquier condición en tanto entidades corpóreas, visibles y palpables. Es por tanto, el primer impulso biológico el que rige todas nuestras funciones: la Supervivencia. Y dentro de la supervivencia las elementales necesidades de alimento, cobijo, reproducción y protección de los peligros o amenazas medioambientales que se nos presentan. Dentro de estas necesidades biológicas no podemos obviar las de contacto físico y emocional, que no son de ninguna manera predominantemente humanas sino extensivas a todos los animales. El ejemplo más conmovedor de este hecho quizás lo represente el encuentro entre uno de los más eminentes etólogos –el Dr.Konrad Lorenz-con uno de los más célebres investigadores de la conducta infantil humana –el Dr.René Spitz-. Ambos sabios habían realizado estudios con criaturas privadas del contacto primario físico-afectivo materno, Lorenz había trabajado con gansos y Spitz con niños. Cuando cada uno vio las filmaciones del otro, ambos se emocionaron profundamente, ya que la actitud corporal de los bebés humanos y de los gansitos era completamente semejante, así como los trastornos y las disfunciones cerebrales y nerviosas que padecían. En mi continuación de este artículo, ampliaré las teorías de Hamer y explicaré las bases de la Biodescodificación Genealógica en la práctica clínica. Cuando los detractores malinformados o malintencionados-o ambas cosas a un tiempo- critican al Dr. Ryke Geerd Hamer en base a los fracasos terapéuticos del médico alemán, lo hacen citando casos aislados y/o muy mal documentados. Pero además, y fundamentalmente, es esta una estrategia pobre y de muy corto alcance, ya que si juzgáramos a la oncología oficial por los resultados estadísticos a mediano y largo plazo, y por la índole de la calidad de vida que la terapéutica convencional otorga a los pacientes oncológicos tratados por dicha metodología, la crítica que recaería sobre la medicina oficial habría de ser muchísimo más severa que la que le toca al Dr. Hamer. Pero la insidia y la irrespetuosidad extrema con que se juzga al Dr. Hamer, tiene su fundamento en realidad en dos factores esenciales. El primero es que se trata de la confrontación de dos maneras antagónicas de ver la vida en general y al hombre en particular.Estamos aquí ante a la confrontación de dos cosmovisiones dilemáticas. Una se basa en comprender,observar, incentivar y potenciar la innata capacidad autorreguladora, autopoiética y homeostásica del organismo humano. La otra reposa sobre la convicción de que el organismo humano no puede recuperarse sin drásticas intervenciones por parte de una medicina crecientemente tecnológica que utiliza agentes químicos de síntesis con una cantidad variable de efectos colaterales e interacciones iatrógenas. Y es esta última palabra la clave para comprender lo que ocurre con la práctica de la medicina oficial. Recuerdo una frase de mi gran amigo y maestro, el Dr. Samuel Tarnopolsky, eximio maestro de la Reumatología Argentina, que dijo, refiriéndose a su especialidad: “ La reumatología es inevitablemente iatrogénica, quien le tema a eso debe buscarse otra especialidad”. El problema de la actual terapéutica alopática es que la Iatrogenia ha pasado a ser, no sólo algo aceptable, sino que ya ni siquiera se discute. Por otra parte, si el paciente oncológico fallece durante el curso de un tratamiento no alineado con la medicina oficial, la conclusión es : “Ha sido asesinado por la charlatanería curanderil”. Si muere dentro del protocolo oncológico de la medicina oficial la conclusión es: “Se hizo todo lo posible”. La calidad de vida, el respeto a la integridad total del sujeto humano, el nivel de compromiso personal del paciente y la lucidez con la que se confronte con el pasaje inevitable de toda existencia humana, no cuentan en absoluto. Ni el enfoque de la medicina oficial ni el de las terapéuticas alternativas pueden garantizar curación. Mejorías, alivio y eventuales remisiones pueden darse en diversos pacientes independientemente del tratamiento utilizado. Pero el grado de sufrimiento infligido por uno u otro enfoque no tiene punto de comparación. Basta ver el estado físico y mental de un porcentaje enorme de pacientes tratados por la quimioterapia y la radioterapia. Más adelante hablaré de la quimioterapia en particular, pero permitan que pase ahora al segundo factor esencial en esta ecuación de denigración indiscriminada hacia las teorías del Dr. Hamer. Usualmente se habla de las ganancias multimillonarias de las multinacionales farmacéuticas con las drogas quimioterápicas, y sin duda todas esas sustancias sumamente venenosas son además, incréiblemente costosas. Pero hay muchos otros elementos en juego, que pasaré a detallar. Hay una descomunal industria corporativa y académica montada alrededor del cáncer y su investigación: fundaciones, institutos, organismos públicos y privados, miles de investigadores médicos, biólogos moleculares, bioquímicos, miles de personas cuyo sustento depende del sostenimiento de la línea de investigación oficial. A eso hay que sumar los miles de oncólogos clínicos y de profesores universitarios que han formado y sustentan su vida profesional y económica sobre las líneas terapéuticas, educativas y conceptuales que sustentan la terapéutica de la medicina oficial. Y no me refiero sólo a un tema económico, está el costo moral y psicológico de miles de vidas dedicadas a desarrollar una cosmovisión médica que deriva en los conceptos que la medicina oficial mantiene sobre el cáncer y su tratamiento… La comparación de lo que se invierte en gente, dinero y tiempo en investigaciones que siguen el lineamiento oficial, con lo que se invierte en tratamientos biológicos o alternativos, es absurda. Los investigadores independientes deben costear sus estudios con sus propios recursos o los aportes esporádicos de almas caritativas, y mientras la medicina oficial cuenta con millones de conejitos de Indias para probar sus drogas quimioterápicas sin sufrir perjuicio alguno si muchos pacientes padecen sufrimientos y muertes horribles, si se les llega a morir un solo paciente oncológico a los que practican enfoques biológicos alternativos, se arriesgan a perder el ejercicio de la profesión y a ir a la cárcel…Todo lo cual, le ha ocurrido literalmente al Dr. Geerd Ryke Hamer. El Dr.Hamer y su teoría El concepto convencional acerca de la enfermedad es que es algo malo que debe suprimirse. Esta noción se aplica no sólo en la medicina oficial, sino en muchas variantes de las medicinas alternativas. Esta ideología está tan arraigada en la mentalidad colectiva que no puede sorprendernos que las ideas del Dr. Geerd Ryke Hamer hayan resultado escandalosamente peligrosas para el Status Quo ideológico más o menos universal, y que hayan conducido a la continua persecución personal de su autor durante los últimos 28 años. Lo que Hamer plantea modifica radicalmente la visión convencional acerca de la enfermedad, de una manera tan revolucionaria que ataca los cimientos más elementales de la ideología médica. Para Hamer la enfermedad representa una respuesta natural del cerebro a una amenaza o trauma externo, y forma parte esencial del programa de supervivencia de la especie. La idea de Hamer –mal que pese a sus detractores absolutistas- está sustanciada por un denso “corpus” de investigación teórica y clínica que va desde la embriología hasta el escaneo cerebral. Aunque uno pueda no coincidir con todas las ideas de Hamer – que no incluyen la influencia cultural y psicolingüistica sobre la enfermedad- si uno estudia en profundidad sus trabajos, no queda duda alguna que deben ser observados con sumo respeto y posibilidades de viabilidad en un porcentaje sumamente elevado. Mucho se ha escrito en nuestro idioma al respecto, incluyendo la obra del propio Hamer. Para la persona interesada puedo recomendar, además de las mencionadas, la obra del Dr.Fernando Callejón –y asociados-, quien realiza una revisión sumamente seria e imparcial y aporta asimismo los elementos psicológicos que pudieran estar faltando en la teoría original de Hamer. Este médico argentino no sólo ha realizado una investigación muy clara y fundamentada, sino que además tiene una inusual bonhomía y generosidad y ha puesto sus trabajos a libre disposición del público en su Sitio Web, sede virtual de la Asociación Argentina de Medicina Psicobiológica- http://www.aamepsi.com.ar/ Allí los lectores interesados podrán recabar valiosa información acerca del tema, incluyendo libros y artículos de libre lectura. Dr.Manuel Gerardo Monasterio

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