Friday, October 17, 2014

Antroposíntesis y Biodescodificación Genealógica Segunda parte



por el Dr. Manuel Gerardo Monasterio

El vocablo “persona” representaba la máscara utilizada por un personaje teatral. Los latinos tomaron la palabra del etrusco, “phersu”, y estos del griego “prospora”, literalmente máscara, que viene de “pros” que significa delante, y de “opos” que significara cara o rostro. Es decir, que la persona o personalidad es simplemente un instrumento para manifestar la expresión de lo que subyace usualmente oculto tras dicha máscara.

La naturaleza operativa del hombre se encuentra esbozada en todas la tradiciones religiosas, de Oriente a Occidente. En India nos hablan de la “Trimurti” (Brama, Vishnu y Shiva) y en el Cristianismo, de la Sagrada Trinidad. Por supuesto que están expresando conceptos Universales y Microcósmicos, pero por analogía también nos explican la estructura de lo humano.
En la visión Huna (antigua tradición Hawaiana que se supone procede de Africa y es remanente de la cultura original que nutrió a los Egipcios) también se expresa esta trinidad, aunque ya de manera más directa refiriéndose especificamente al hombre, que es para ellos una entidad tripartita manifestándose como Una. Ellos hablan de “Unihipili”, “Uhane” y “Aumakua” traducidos o presentados de alguna manera por el re-descubridor de Huna en Occidente, Max Freedom Long, como “yo inferior”, “yo medio” y “Yo Superior”. Tuve la Gracia de poder introducir en Argentina la obra de Max Freedom Long en 1979, y el primer esbozo de la Antroposíntesis surge de este conocimiento. Muchos conocerán el Hoponopono, que es una técnica que procede directamente de la Tradición Huna.

Para que el amable lector pueda interpretar el material que iremos publicando periódicamente, debo ya mencionar que en Antroposíntesis hemos rediseñado los vocablos de Huna de la siguiente manera: “Mamífero”, “Programador” y “Metaprogramador”.

El mamífero representa la sede de lo que entendemos como puramente biológico (o “cuerpo”) el programador es lo que solemos ver como quien habla o escribe en este momento, relacionado con lo psicolingüistico )o “Alma”) y el Metaprogramador representa lo Cósmico, la “Consciencia en nosotros” (o “Espíritu”).
Para ofrecer una analogía que pueda resultar más comprensible al lector, podemos hablar de Subconsciencia, Consciencia y Superconsciencia.

Observen que no utilizo –y jamás me verán utilizar-el término “inconsciente”. Personalmente no considero que exista tal cosa, y esto distingue a la Antroposíntesis tanto de la Biodescodificación original de Christian Fleche, como de la Psicosomática Clínica y Humanista de Salomón Sellam (cuya obra y labor respeto y sigo con mucha atención) como de la compilación realizada por Enric Corbera.

Debo incluso agregar que he utilizado “subconsciente” sólo para que el lector pueda asociar mejor los conceptos de acuerdo a lo que usualmente se maneja en psicología durante los últimos cien años. Pero tampoco suele ser el término que utilizo para ello. En Antroposíntesis no hablamos de “inconsciente” porque consideramos que TODO ES CONSCIENCIA.
Dirá el lector “y para qué sirve, pues, este juego de palabras?” Y puedo responderle que lejos de resultar un juego se trata sin embargo de un tema muy serio, ya que la utilización del vocablo “inconsciente”- con lo que implica a partir de los escritos de Freud y todos los que lo han copiado posteriormente-pone al hombre en una situación de gran precariedad, ya que pareciera que somos marionetas inermes frente a fuerzas psíquicas y biológicas que nos resultan inaccesibles e imposibles de predecir, prevenir o gestionar.
Y en Antroposíntesis no creemos nada de eso.
Mi formación profesional en estos temas proviene de la neurobiología y de la medicina psicosomática original, que es predominante y esencialmente BIOLÓGICA. Para quienquiera que tenga esta formación, resulta evidente –y hasta trivial- que lo que se interpreta como “inconsciente”, es sencillamente lo que procede del Sistema Nervioso Autónomo, y de la compleja urdimbre que de él procede, con toda su gama de programaciones y reprogramaciones neuroquímicas, huellas o senderos mnémicos neuronales y memorias celulares preprogramadas, programadas y posprogramadas.
Por lo tanto, en Antroposíntesis no hablamos de “inconsciente”, sino de AUTOMATICO. Lo automático, por propia definición, está condicionado para manifestarse mecánicamente sin solución de continuidad.

Donde Enric Corbera dice “Nos enfermamos inconcientemente y nos curamos inconcientemente” yo digo “Nos enfermamos automáticamente y nos sanamos automáticamente UNA VEZ QUE REPROGRAMAMOS la información automática que nos ha llevado a lo que percibimos como disfuncionalidad de la enfermedad”.

He escrito “lo que percibimos… como disfuncionalidad de la enfermedad”, para continuar con otro concepto que resulta fundamental para comprender las disciplinas de investigación y tratamientos que estamos desarrollando en estas páginas.

A los 18 años -siendo estudiante de tercer año de la carrera de Psicología- y leyendo las teorías de Spencer –pensador a quien siempre he tenido en muy alta estima- inmediatamente me surgió un concepto que modeló todos mis estudios posteriores. Escribía Spencer, que “todo organismo, frente a una agresión o conflicto en su medio ambiente, tiene tres posibilidades: adaptarse, migrar o morir”. La frase que espontáneamente apareció en mi mente fue…”o enfermar”. Y no es que Spencer estuviese equivocado, sino que simplemente no incluyó de manera explícita a la enfermedad dentro de la primera posibilidad, es decir, que la enfermedad –y para quien estudia la resiliencia de lo biológico, cómo podría no ser así- no deja de ser una respuesta adaptativa del organismo, que a veces no puede o no sabe o no entiende cómo migrar o adaptarse favorablemente, pero que hará lo que pueda para cumplir con la primera Ley Biológica Universal –la supervivencia- y lo hará todo antes de morir, incluyendo, por supuesto, enfermarse. Porque la enfermedad, primariamente, opera como un mecanismo de alarma, que detiene la marcha del automatismo en que el organismo se encuentre, para obligarlo a hacer algo con respecto a aquello que lo perturba.

Esto que parece tan simple, no lo resulta tanto en la existencia cotidiana, ya que la mayoría de los médicos actuales lo ignoran, y si aquellos supuestamente encargados de la “salud”, no lo saben, qué les espera a los legos que consultan, con toda su expectativa y su confianza, a los encargados de estudiar y ayudar a corregir las disfunciones del cuerpo?

Para ejemplificar esto último traeré a colación una escena más que habitual en nuestra vida actual. Llega el paciente a la consulta del facultativo, con síntomas de pirosis (ardor) y malestares gástricos y digestivos, que no indican en este caso en particular una enfermedad severa, pero sí que muy perturbadora para el enfermo. En unos pocos minutos se irá el paciente a casa con una receta de píldoras (hoy en día de alguna droga “inhibidora de la bomba de protones”-omeperazol,lanzoprazol,etc.) y quizás (cómo no!)
con un psicofármaco agregado ( seguramente alguna de las muy útiles benzodiazepinas, como el clonazepam, el alprazolam, etc.). Porque si bien nuestro hipotético médico del ejemplo no se ha ocupado de investigar el origen o causa de la afección gástrica de su paciente (dentro de lo que se supone que ha de saber, que es la patología clínica) se considera habilitado para suponer a grandes rasgos que hay un componente psicoemocional que ha de ser contemplado… “químicamente”. En una palabra, que no sólo no termina de ocuparse adecuadamente de su función de clínico, sino que además juega al psiquiatra. Porque el grado de confusión es más grande de lo que usualmente se entiende o se supone, y procede de la fragmentación cartesiana del conocimiento, que termina, por supuesto, fragmentando al objeto de investigación y tratamiento, que en este caso es el hombre. Y vamos boyando pendularmente desde el pansomatismo –que lo ve todo como meramente fìsico- al panpsiquismo, que lo entiende todo como psicológico o emocional. Y que esto continúe ocurriendo en pleno Siglo XXI, no es ni más ni menos que una tragedia, ya que se traduce en sufrimientos desatendidos, a los que se suma el efecto iatrogénico de medicamentos no siempre necesarios, en tremendos gastos económicos estatales y en un lamentable desperdicio de recursos y malgasto o pérdida de grandes potenciales humanos.

El panorama se torna aún más triste para los que sabemos cuánto hace que ya estamos informados como para que esto no continúe ocurriendo. En 1949 -hace 65 años!- escribía nuestro Gran Maestro el Dr. Juan Rof Carballo acerca de

“la dificultad de borrar ese hábito milenario de la mente del hombre occidental que opone ‘psique’ y ‘soma’ como dos entes heterogéneos y en misteriosa interacción”, añadiendo luego
“…es extraordinariamente difícil que el médico de nuestros días renuncie, tan pronto oye hablar de patología psicosomática, a la idea de la ‘psicogenia’, cuando la finalidad primordial de la orientación psicosomática de la medicina consiste en la extirpación radical de la palabra ‘psicógeno’ de la literatura médica”.
Esto escribía Rof Carballo en su monumental “Patología Psicosomática” de 1949!

Los médicos que hoy desprecian la obra del autor de la “Nueva Medicina Alemana”, el Dr.Ryke Geerd Hamer, carecen de la formación intelectual, histórica, antropológica, integral e indispensable que les haría percibir con gran facilidad que los que Hamer plantea no es más que la continuación de un discurso investigativo que comenzó hace ya casi 2500 años con Hipócrates. Y cómo podría uno pretender que hayan estudiado al maestro indiscutible de la medicina psicosomática que fue el español Juan Rof Carballo –sí señor, un eminente médico español del Siglo XX, español, no estadounidense, ni inglés ni francés ni alemán, español y tan nuestro como poco estudiado!- si ni siquiera conocen el pensamiento de Hipócrates! Porque ya en Hipócrates el hombre era TOTALIDAD, y el Maestro Griego tenía muy en cuenta para tratar al paciente no sólo sus síntomas físicos sino también sus conductas, costumbres y hábitos personales.

Continuará

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